(parte 1 de 2)
En esa época del año, musulmanes de todo el mundo están cada vez más inquietos. Su Hogar en el corazón del planeta los llama. Es tiempo de rendir homenaje a Dios Amado en la Casa. Es tiempo de regresar al Hogar. Es tiempo de ir a Casa, al Santuario Sagrado de la Ka’ba. Es tiempo de dejarlo todo y seguirlo a Él. Es tiempo de abandonar el mundo ilusorio e ir a la Casa de Dios. Es la época del Hayy, la Peregrinación. Aquellos que pueden ir se dirigen a La Meca, los que no, se unirán a las festividades dondequiera que se encuentren, celebrando el ‘Id del Sacrificio.
El Hayy es una conmemoración de amor y una celebración de fe. Conmemoramos el Sacrificio Supremo de Abraham por amor a Dios en Mina. Celebramos el amor sin precedentes que su esposa Agar mostró por su hijo Ismael y su confianza inquebrantable en la Providencia en el desierto solitario alrededor de Safa y Marwa. Recordamos el Mayor de los Regalos de Dios, el Corán, pasando un día en Arafat, donde descendió la revelación final. Celebramos la fe al estar cara a cara con la Qiblah de nuestras oraciones.
El Hayy también es un acto de renunciación. Los musulmanes de todos los rincones del globo visten su mortaja —dos sábanas de algodón— para representar la muerte a esta vida y enfocarse en su Casa Primordial. Ellos pagan sus deudas, piden perdón a todos, se despiden de todo y de todos, y se preparan para morir a este mundo para vivir en Él. Ahora estamos listos para el Hayy hacia la Ka’ba, el lugar más especial.
La Ka’ba es un lugar especial. Fue la primera casa de adoración construida por el primer hombre. Dios le ordenó a Adán que hiciera un viaje.
Él caminó meses incontables hasta que llegó a La Meca guiado por Dios. Allí, se le dieron instrucciones para construir una Casa para Él. Esta fue la primera Casa de Adoración hecha por el hombre. Fue donde aprendimos a lamentarnos por la separación de nuestro Amado. Fue donde Adán derramó incontables lágrimas llorando la pérdida de la gloria paradisíaca. Es donde intentamos buscar Su cercanía. Es donde tratamos de experimentar Su intimidad. Esta Casa es el Arquetipo que reposa bajo otra Casa situada más allá de la esfera del universo visible y de la prisión del espacio y del tiempo. Este es el primer acto de reconciliación con nuestro Destino Paradisíaco en la Casa de nuestro Amado, a pesar de nuestra estancia terrestre.
La Ka’ba es un lugar especial. Se perdió una vez para nosotros pero nuestro Amado envió a Su amigo Abraham (que la paz de Dios sea con él) a este Santuario y le dio la tarea de restaurar esta Casa. Nuestro padre reclutó a su hijo Ismael para la Tarea Sagrada. Durante meses, hasta terminar, padre e hijo trabajaron bajo el sol abrasador del desierto, sostenidos sólo por su amor ardiente por el Dios Eterno. Esta no fue una elección al azar. Abraham fue el hombre correcto para el trabajo. Cada año, cuando hombres y mujeres van a esta Casa bendita, lo hacen durante el décimo día del mes de Dul-Hiyyah. En este día propicio, Dios le pidió a Abraham que hiciera el Sacrificio Supremo, y él lo hizo. Allah le pidió a Su amigo que sacrificara a su hijo Ismael, y él aceptó.
La Ka’ba es un lugar especial. Sus cimientos han sido fortalecidos por el amor y la fe de la familia de Abraham. Vamos allí a conmemorar el amor. Vamos allí a celebrar la fe. Abraham vivió el verdadero sentido de someterse. Amó a Dios, su Amigo, por encima de todo. Dios le dio un sueño en el que él se vio a sí mismo sacrificando a su hijo. La persistencia del sueño lo convenció de que no era sólo un sueño sino una alusión proveniente del Infinito. Le contó del sueño a su hijo, quien estuvo de acuerdo fácilmente. Una vez se supo que se trataba de la Voluntad de Dios, el hijo no presentó excusa alguna. Fue una conclusión inevitable que se haría Su Voluntad. Padre e hijo se dirigieron al lugar designado. Cuando llegaron a su destino, el hijo sugirió que el padre cubriera sus ojos de modo que su amor no le abrumara y lo llevara a desobedecer a su Amo. En el mismísimo instante en que Abraham descargó su cuchillo, el hijo fue sustituido con un cordero. Ese momento y ese día se hicieron sagrados. Cada año, millones vienen este mismo día. Millones siguen los pasos de estos dos en el valle de Mina, se detienen donde ellos se detuvieron, caminan donde ellos caminaron, y finalmente llegan donde el Sacrificio Supremo fue ofrecido. Allí, todos ofrecen un sacrificio en Su Amor y luego se lo entregan a las personas pobres de la tierra, mientras se maravillan del amor ardiente y la fe de Abraham hacia Dios, al punto que estuvo dispuesto a sacrificar su más preciado amor. Aquellos que no pueden estar allí, celebran este sacrificio maravilloso dondequiera que estén, en cualquier parte del mundo. Porque en verdad, el amor de Dios debe ser celebrado.
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La Ka’ba es un lugar especial. Conmemoramos la fe y la sumisión de Abraham y su hijo. También celebramos el amor de madre de Agar. El amor de madre es el mayor entre los amores humanos. Agar tipifica muy bien este amor. Ella combina este amor con su confianza inquebrantable en Dios. Abraham recibió instrucciones de dejarla a ella y a su pequeño hijo Ismael cerca del montículo que alguna vez fue la Ka’ba. En este lugar desolado, sin siquiera un alma ni una sola fuente de agua, él los dejó con una bolsa de cuero que contenía algunos dátiles y un pequeño odre conteniendo un poco de agua, y volvió a casa. La madre de Ismael lo siguió diciéndole: “¡Oh Abraham! ¿A dónde vas, dejándonos en este valle donde no hay una sola persona cuya compañía podamos disfrutar, ni hay nada (qué disfrutar)?”
Ella le repitió esto muchas veces, pero él no volteó a verla. Entonces ella le preguntó: “¿Allah te ha ordenado que hagas esto?”
Él dijo: “Sí”.
Ella dijo: “Entonces, Él no nos abandonará”.
¡Qué confianza ejemplar en su Dios Amado! Ellos sabían que el Causante de todas las Causas les proveería. Agar lactó a Ismael y bebió del agua (que tenía). Cuando el agua se terminó, ella y su hijo sintieron sed. Ella comenzó a ver a Ismael retorciéndose en agonía y lo dejó, pues no era capaz de mirarlo, y vio que la montaña de Safa era la más cercana a ella en esa tierra. Subió a ella y comenzó a mirar con insistencia al valle buscando ver a alguien, pero no pudo ver a nadie. Entonces bajó de Safa, y cuando llegó al valle, se levantó el manto y corrió por el valle como una persona en peligro y en problemas, hasta que cruzó el valle y alcanzó la montaña de Marwa donde se paró y comenzó a mirar, esperando ver a alguien, pero no pudo ver a nadie. Ella repitió esto (corriendo entre Safa y Marwa) siete veces. Dios amó esta muestra desinteresada de amor maternal tanto, que cada peregrino a Su Casa Santa debe correr 7 veces entre los picos gemelos de Safa y Marwa.
Cuando ella llegó a Marwa (por última vez) escuchó una voz y se quedó en silencio escuchando con atención. Oyó la voz de nuevo y dijo: “¡Oh, (quienquiera que seas)! Me has hecho escuchar tu voz, ¿tienes algo que me sea de ayuda?” Y he aquí que vio a un ángel en el lugar de Zamzam, cavando la tierra con su talón hasta que fluyó agua de ese lugar. Ella comenzó a hacer una especie de cuenco alrededor de ello, usando su mano para tal fin, y comenzó a llenar su odre de agua con las manos, y el agua siguió fluyendo después que ella recogió una parte.
Este regalo maravilloso de Dios aún no se ha detenido. Millones vienen cada año y llevan con ellos galones y galones del Agua Bendita, y aun así el pequeño pozo no se seca. La Meca es un lugar especial.
En celebración de los dos eventos trascendentales en la familia de Abraham, recordamos que la Voluntad de Allah siempre trabaja para nuestro bien mayor. Al final, todo salió bien para la familia de Abraham; y al final, si confiamos en Él, todo saldrá bien para nosotros. De Él venimos y a Él hemos de regresar.
La Ka’ba es un lugar especial. Es sobrecogedor estar en compañía de 3 millones de hermanos y hermanas en la fe, todos envueltos en blanco, humildes. Del mayor de los reyes al más humilde de los obreros están vestidos igual. Ellos se paran hombro con hombro, corren lado a lado y se dan unos a otros el saludo de paz. Gente de todas las razas se mezclan como iguales. Blancos, negros, amarillos y cafés, todos vienen juntos en armonía ante su Amado. En esta pasión ardiente por el más Amado, no hay distracción. ¡El Único que importa! Es maravilloso levantar el rostro y verse frente a frente con la Ka’ba. Toda una vida dirigiendo sus rostros, cinco veces al día, hacia su Qiblah, la Sagrada Ka’ba, y ahora la ven justo frente a ellos en toda su gloria y majestad. Saborean la dulzura de volver a Casa mientras exclaman “Labbaika Allah Humma labbaik, labbaika la sharika laka labbaik. Innal hamda wan ni’emata laka wal mulk, la sharika lak” (¡Aquí estoy, Oh Allah, aquí estoy! No tienes asociados, aquí estoy. ¡Ciertamente las alabanzas y los favores Te pertenecen! Todas las alabanzas son para Ti y el Reino Te pertenece y no Te asociamos nada.
Circunvalamos alrededor de la Ka’ba Sagrada proclamando mientras llegamos. Damos vueltas alrededor de la sombra terrestre del Polo, recordando mantener a nuestro Amado en el centro de nuestras vidas. Recordamos mantenerlo a Él al frente de nuestras vidas y en el centro de nuestra existencia.
Señor, acepta el Hayy de todos nuestros hermanos y hermanas musulmanes, a quienes has dado la gracia de Tu Presencia en Tu Casa Exaltada. Danos la gracia de poder visitarte algún día. ¡Oh, Allah!, no existe nadie merecedor de Amor, Adoración y Sometimiento más que Tú. Permítenos amarte, adorarte y someternos a Tu Presencia y a Tu Deseo y Voluntad. Amín.
Source: https://www.islamland.com/esp/articles/el-hayy–la-peregrinacin